Somos o Soy espejo y me reflejo.
El límite está en la piel, en el lenguaje, en las paredes de mi casa, en las intenciones, en un abrazo no dado.
Frontera, territorio, continente, cuerpo.
La piel que nos cubre, que respira, que recuerda, que sirve de puente con el mundo, con el otro.
¿Dejamos de ser dónde termina nuestra piel?
“Soy espejo y me reflejo” decía de pequeña para esquivar algún comentario que hería mis sentimientos, hoy son palabras que repito para decir “yo también te quiero, eres importante, te abrazo y en todo este caos, también te veo”.
Porque aunque la piel no se toque, la mirada del otro es un espejo en el que me reflejo, en el que puedo recordar que existo. Cuando el Otro me mira recuerdo que tengo un cuerpo, que habito el mundo, que no soy una partícula flotando en el espacio o un perchero, la mirada del Otro me permite desvanecer el límite, recordar que quizás el afuera y el adentro es una ilusión.
Que bailo, que respiro, que juego y que soy laberinto.
Que bailamos, que respiramos, que nos buscamos y existimos.
Somos en el otro y el otro habita dentro también.